Seguidores

jueves, 25 de agosto de 2011

Niebla




Era tarde, un manto húmedo hacía que todo se viera distorsionado como detrás de un enorme tul; las luces de la calle y los semáforos parecían hechas de esponjas de color. Mientras no podía dejar de mover las piernas por el frío intentaba mirar a la lejanía, trataba de atravesar con la vista la espesura de la niebla, para ver si venía el colectivo; pero no había señales alguna, no había vehículo alguno.


No se escuchaba ningún ruido, ni cercano ni lejano, nada, solo silencio, ese mismo que precede a la muerte; y en esto me puse a pensar. Cuántas ánimas serán alcanzadas esta noche por la afilada guadaña, producto del frío. Cuántas personas no se enterarán que se están muriendo. Sentí lástima por mi mismo, yo estaba exponiéndome a esa temperatura por gusto, por placer; mientras podría estar en un lugar cálido y acogedor, cuántas veces no apreciamos lo que tenemos, cuántas veces no nos damos cuenta de las cosas, cuán egoísta somos en nuestro vivir.


La quietud se rompió con la sirena de alarma de bomberos, que irónico suele ser el mundo, este, el que habitamos. Mi mente imaginó una casilla o un conventillo incendiándose producto de un artefacto para dar calor, y la gente dirá "mirá como viven" "mirá lo que hacen para calentarse, no se dan cuenta que es peligroso", claro que se dan cuenta, pero quién no haría lo mismo para tener algo de calor. Volví a medir la ironía de esto, mientras unos mueren de frió otros mueren calcinados, y el mundo seguirá andando como si nada. No señores (grito en mi interior), no es que el cielo este cada vez más lejano, es que el infierno esta cada vez más cerca.


Me toco con las manos frías la humedad de mi cara, la tristeza me aborda, repudio al amor, cómo tener amor en este lugar, cómo sentir amor, cómo creer en el amor, cuándo el Dios de ustedes se olvido de los otros, por qué tener ese pensamiento simple y mágico de por algo será o el señor lo quiso así, ¿por qué no pueden vivir todos bien, juntos y en paz?El chofer maneja apurado, todos están apurados, ¿adonde van?, yo no sé adonde voy, mi viaje es incierto; desde dos asientos mas adelante se asoma como escalando la pared plástica, una niñita rubia que me mira, le saco la lengua, ella responde a mi burla y se ríe, me sonrió y ella se vuelve a esconder detrás del muro, se asoma brincando y se agarra del respaldo y se agacha y se para, tiro por lo bajo toda mi teoría del amor y siento que si se puede creer en el amor, hay que creer en el amor, la sonrisa de la nena me alimentó el alma, me pesan los parpados y siento que me dormito. Despierto al día siguiente, me levanto, me lavo la cara salgo al trabajo, hay un sol que amenaza con fuerza y pesadez, efectivamente el mundo sigue andando y nada cambió y nada cambié.


Llega el colectivo y subo, mi gorra esta mojada, pero mi cabeza no. Un peso le digo al chofer, uno veinticinco me dice con un tono de pocos amigos, uno veinticinco entonces, perdón; me siento en el fondo, con todo mi negativismo a cuesta, con un odio hacia el ser que ya nunca mas será humano (me digo), miro alrededor: algunos pobres diablos recostados contra la ventanilla durmiendo, seguramente no saben así como no lo sé yo cuántos morirán hoy, cuántos entierros se celebrarán en la fresca ciudad.

martes, 16 de agosto de 2011

El Juego

texto escrito el 11-04-2007

Voy a empezar este texto citando lo que el diccionario de la real academia española define por juego.

Juego: Ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde.

Jugamos desde que llegamos acá, primero con nuestros pies y manos; la finalidad es agarrarlos, como no controlamos sus movimientos nos parece grandioso alcanzarlos. Después comenzamos a hacer magia: hacemos desaparecer y aparecer a las personas con un abrir y cerrar de ojos y eso nos divierte mucho, comenzamos a balbucear para volver locos a los adultos que suponen palabras y suponen que no entendemos.

Yo de niño jugaba a muchas cosas: la mancha y gritaba “tocado”, a la escondida “piedra libre para todos los compa”, me gustaba más contar que salvar al resto, era mas pasivo; el poli ladrón en el patio del colegio siempre reprimidos por las autoridades superiores, por correr; al quemado como dolía la pulpo marrón; a las bolitas “como costaba esa lechera”; al fútbol en la calle con piedras como arco, nos puteaban los vecinos al mancharle las paredes, también cruzábamos hilos plástico de árbol a árbol y la cancha de fútbol pasaba a ser de tenis. Siempre me gustaron mas los juego colectivos que los individuales, me gustaba estar con mucha gente. Las escondidas comenzaron a ser de noche, se hacían más interesantes. Cuando comencé a tener mas contacto con la tecnología hacíamos campeonatos de fútbol en la Commodore 64. Ya entrado en la adolescencia nos juntábamos a jugar a las cartas, estanciero, teg y demás juegos de mesa y a tomar ron, ginebra o lo que hubiese.

Seguí creciendo y hoy comprendo muchas cosas, en los juegos importaba ganar (sobre todo) o perder, pero empatar no interesaba; ya que eso era como no haber jugado. Con el tiempo acuesta también me doy cuenta que con los juegos aprendimos muchas cosas: a respetar reglas, por ejemplo, no vale tocar la pelota con la mano o el pie, a compartir barro y lastimaduras, a ser compañeros, también aprendimos a respetar al otro que no quería jugar a una cosa y nos poníamos de acuerdo entre todos.

Los juegos con el tiempo fueron cambiando y muchas veces eran solitarios y mentales caminar por el cordón si caer en las fauces de los cocodrilos imaginarios, la cama como barco y pisar la baldosa roja que era la tabla que nos salvaría del naufragio, saltar de la tapia a un montículo de arena, y siempre algo se ganaba o se perdía, siempre poníamos algún premio o castigo como cuando jugamos a mirar a esa mina en el colectivo y el juego consiste en que nos mire para bajar la mirada y volver a repetir el paso anterior el premio es el enamoramiento, si mira lo ganamos si no lo hace en esos diez segundos establecidos perdemos.

Ya de adulto seguimos jugando, jugamos a ser médico a ser arquitecto como cuando de chico jugábamos a ser cantante, y nos ponemos como premio un titulo, una prosperidad; jugamos a ser un buen padre y el premio es tener hijos que nos amen y a su vez nietos; jugamos a tantas cosas, ya no está la inocencia de la infancia, ahora jugamos a trabajar para cobrar un sueldo real y poder jugar a comer, hay gente que juega ese sueldo en juegos de azar.

Ahora estoy jugando a ser escritor y mientras termino esta pequeña reflexión sobre el juego siento que la vida en sí misma es el juego y que se compone de pequeños juegos; y así como un día empieza, como todo juego termina, no sabemos cuando, no sabemos si ganaremos o perderemos, de lo que sí podemos estar seguro es que no empataremos porque empatar es como no jugar. Y me pregunto cómo se sentirán los pequeños hombres grises que no juegan o que como el diccionario, creen que solo es una actividad recreativa, claro no van a ganar ni perder nada, pero pobrecitos no se dan cuenta que están muertos que viven empatados.

Gastón Pigliapochi
Copyright © - Derechos Reservados. ®

lunes, 15 de agosto de 2011

Programa de radio

Amigos/as, comparto un programa de radio, en el que se leyó un cuento mio, así que nobleza obliga acá esta el programa, que por cierto está muy bueno. Muchas gracias Patricia y a Perras Negras.

Esta es la dirección del blog del programa: http://perrasnegrasradio.blogspot.com/