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viernes, 27 de julio de 2007

ENAMORADO CONTRA EL AMOR

Ella le dijo que lo quería que le hacía sentir tantas cosas, él la miraba absorto con el corazón que se le salía del pecho, la tomó de la mano y la acarició, no deseaba otra cosa en el mundo más que ese momento sea eterno, inacabable. La veía mover sus labios y los seguía, como hipnotizado, se dejaba llevar por las palabras que tan suavemente salían de la boca de ella, la mente del joven iba mas allá de todo corría muy deprisa, al igual que el latir de su corazón.

Él extrañaba, cuando la figura de ella estaba ausente, sus besos, el lunar de su de su rostro rozagante rosa en los pómulos y en su nariz, el aroma de su cuello y sus muñecas, la suavidad de su pelo y su espalda; y en estas cosas pensaba el enamorado, cuando comprendió que sus sentimientos tal vez no serían los mismos que los de ella.

Ella lo quería pero el la amaba, a ella todavía la acosaba el pasado no muy lejano, a él no le importaba nada, esperaría lo que habría que esperar y siempre estaría para ella, pero en ese momento de lucidez pensó si la joven estaría dispuesta a lo mismo, ¿lo esperaría? si la situación fuese al revés, dudó; y en esa incertidumbre asesina nació el miedo, ese que carcome el alma y estropea al amor, ese que surge sólo, por simple duda, por simple razonamiento equivocado, por simple despojar de los pensamientos hermosos del amor y darle paso a los del egoísmo de lo que pasa por el corazón del otro, por una simple mala interpretación de palabras o de expresión, así fue como se levanto de la cama, la miro a los ojos y le dijo que lo sentía , que él no la quería él no la amaba y que no quería hacerla sufrir. Prefería desgarrar su alma a seguir con esa idiota desconfianza que no le permitiría seguir amándola, no se dio cuenta que en esas palabras ya había matado a su amada y se había suicidado, la muchacha lloró y liberó su mano de las del joven, este con el rostro cambiado, una mirada firme y austera, salio del cuarto, de la casa y se alejo por la calle; una vez en su hogar ahogo sus lagrimas y llantos en su almohada, había cometido la peor estupidez de su vida, había hecho sufrir a su gran amor y también se lastimó al él mismo, a mitad de la noche se ahorco con su sabana, dibujada con soles y lunas, desde la araña de la pieza húmeda. La joven amaneció muerta en su habitación luego de haberse cortado los hilos con los que nos maneja el gran titiritero universal.

Gaston Pigliapochi

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