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lunes, 16 de abril de 2007

Cuento Brevísimo

Me acerque a la puerta del mundo el cartel en esta decía “Cuidado Con El Ser Humano”.

Gastón Pigliapochi
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jueves, 12 de abril de 2007

EL JUEGO

11-04-2007
Voy a empezar este texto citando lo que el diccionario de la real academia española define por juego.

Juego: Ejercicio recreativo sometido a reglas, y en el cual se gana o se pierde.

Jugamos desde que llegamos acá, primero jugamos con nuestros pies y manos, el fin del juego es agarrarlos, como no controlamos sus movimientos nos parece grandioso alcanzarlos, después comenzamos a hacer magia hacemos desaparecer y aparecer a las personas con un abrir y cerrar de ojos y eso nos divierte mucho, comenzamos a balbucear para volver locos a los adultos que suponen palabras y suponen que no entendemos.
Yo de niño jugaba a muchas cosas, la mancha y gritaba “tocado”, a la escondida “piedra libre para todos los compa” a mi me gustaba mas contar que salvar al resto, era mas pasivo, el poli ladrón en el patio del colegio siempre reprimidos por las autoridades superiores por correr, al quemado como dolía la pulpo marrón, a las bolitas “como costaba esa lechera”, al fútbol en la calle con piedras como arco nos puteaban los vecinos al mancharle las paredes, también cruzábamos hilos plástico de árbol a árbol y la cancha de fútbol pasaba a ser de tenis, siempre me gustaron mas los juego colectivos que los individuales, me gustaba estar con mucha gente, las escondidas comenzaron a ser de noche se hacían mas interesantes, cuando comencé a tener mas contacto con la tecnología hacíamos campeonatos de fútbol en la commodore 64, ya en la adolescencia nos juntábamos a jugar a las cartas estanciero teg y demás juegos de mesa y a tomar ron ginebra o lo que hubiese. Seguí creciendo y hoy comprendo muchas cosas, en los juegos importaba ganar sobre todo o perder pero empatar no interesaba ya que eso era como no haber jugado, con el tiempo encima también me doy cuenta que con los juegos aprendimos muchas cosas a respetar reglas por ejemplo no vale tocar la pelota con la mano o el pie, a compartir barro y lastimaduras, a ser compañeros, también aprendimos a respetar al otro que no quería jugar a una cosa y nos poníamos de acuerdo entre todos.
Los juegos con el tiempo fueron cambiando y muchas veces eran solitarios y mentales caminar por el cordón si caer en las fauces de los cocodrilos imaginarios, la cama como barco y pisar la baldosa roja que era la tabla que nos salvaría del naufragio, saltar de la tapia a un montículo de arena, y siempre algo se ganaba o se perdía, siempre poníamos algún premio o castigo como cuando jugamos a mirar a esa muchacha en el colectivo y el juego consiste en que nos mire para bajar la mirada y volver a repetir el paso anterior el premio es el enamoramiento si mira lo ganamos sino los hace en esos diez segundos establecidos perdemos.
Ya de adulto seguimos jugando, jugamos a ser medico a ser arquitecto como cuando de chico jugábamos a ser cantante, y nos ponemos el premio un titulo una prosperidad, jugamos a ser un buen padre y el premio es tener hijos que nos amen y a su vez nietos, jugamos a tantas cosas, claro ya no esta la inocencia de la infancia ahora jugamos a trabajar para cobrar un sueldo real y poder jugar a comer, hay gente que juega ese sueldo en juegos de azar.
Ahora estoy jugando a ser escritor y mientras termino esta pequeña reflexión sobre el juego, siento que, la vida en sí misma es el juego que se compone de pequeños juegos, y así como un día empieza como todo juego termina, no sabemos cuando, no sabemos si ganaremos o perderemos, de lo que si podemos estar seguro es que no empataremos porque empatar es como no jugar. Y me pregunto como se sentirán los pequeños hombres grises que no juegan o que como el diccionario, creen que solo es una actividad recreativa, claro no van a ganar ni perder nada, pero pobrecitos no se dan cuenta que están muertos.

Gastón Pigliapochi
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martes, 10 de abril de 2007

Mosquitos

10-04-2007

La guerra comenzó, sus kamikazes femeninos no tienen miedo, no se rinden, sus vidas son tan cortas y dejan todo en ella, logran su cometido, nos encierran nos causan temor y con eso nos dominan, están hambrientos de sangre fresca y no hacen distinciones en su afán de ganar estas batallas. Con agujas tan finas como un pelo, con sus zumbidos tenebroso, no nos van a dejar dormir negra, tenemos que hacer algo, ya ni el humo los espanta, ya están acá, miralos ahí colgados de sus patitas delicadas aleteando midiendo cada centímetro de aire, se tiran de a uno, vuelos rasantes y precisos, ya matamos varios y sabemos que es en vano que hay mas que nosotros mismos y lo peor es que no les importa morir, no temen, plaf otro menos negra, mira como te ronda por la nuca mira como te olfatea pero, ya ni el repelente los aleja, tengo las manos cansadas de apretarlos, están ganando, y mira que hace frío, la pared paso de blanca a negra, y algunos ya vuelan mas pesado con la victoria encima otros son manchas grises en la hoja y están los que son manchas rojas por nuestra sangre, que vamos a hacer negrita, que vamos a hacer para que no nos sigan picando y me rasco pero, no me molestan que lo hagan a mi lo que me molesta es que no me dejen dormir con su tanteo para ver si estamos dormidos, por algo sobrevivieron tanto tiempo tantos desastres y nosotros pobres idiotas nos creemos superiores porque somos muchisimos mas grandes en tamaño, pero un simple resfriado nos puede matar, ¿y ellos? Seguirán picando a otros y morirán porque solo viven algunas horas, pero esas horas viven para alimentar a sus hijos y por eso ahí se juegan la vida.


Gaston Pigliapochi
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sábado, 7 de abril de 2007

Un Texto Del Señor Mex Urtizberea

No acostumbro a poner cosas que no son mias, pero hay cosas que valen la pena como este textito publicado por Mex y tambien hay momentos en donde vienen perfectamente.

Mex Urtizberea
La Nación

Lo sabe un chico de cuatro años, de salita celeste, que ni siquiera sabe hablar correctamente.
Lo sabe un chico de seis años, que ni siquiera sabe escribir.
Lo sabe un chico de doce años, que desconoce todas las materias que le deparará el secundario.
Lo sabe un adolescente de diecisiete años, aunque sea la edad de las confusiones, la edad en la que nada se sabe con certeza.
Lo saben sus padres.
Lo saben sus abuelos.
Lo sabe el tutor o encargado.
Lo saben los que no tienen estudios completos.
Lo sabe el repetidor.
Lo sabe el de mala conducta.
Lo sabe el que falta siempre.
Lo sabe el rateado.
Lo sabe el bochado.
Lo sabe hasta un analfabeto.
No se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Lo sabe un chico de cuatro años, de seis, de doce, de diecisiete, lo saben los repetidores, los de mala conducta, los analfabetos, los bochados, sus padres, sus abuelos, cualquiera lo sabe, pero no lo saben algunos gobernadores.
Son unos burros.
No saben lo más primario.
Lo que saben es matar a un maestro.
Lo que saben es tirarles granadas de gas lacrimógeno.
Lo que saben es golpearlos con un palo.
Lo que saben es dispararles balas de goma.
A los maestros.
A maestros.
Lo que no saben es que se puede discutir con un maestro.
Lo que no saben es que se puede estar en desacuerdo con lo que el maestro dice o hace.
Lo que no saben es que un maestro puede tener razón o no tenerla.
Pero no se le puede pegar a un maestro.
No se le pega a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Y no lo saben porque son unos burros.
Y si no lo saben que lo aprendan.
Y si les cuesta aprenderlo que lo aprendan igual.
Y si no lo quieren aprender por las buenas, que lo aprendan por las malas.
Que se vuelvan a sus casas y escriban mil veces en sus cuadernos lo que todo el mundo sabe menos ellos, que lo repitan como loros hasta que se les grabe, se les fije en la cabeza, lo reciten de memoria y no se lo olviden por el resto de su vida; ellos y los que los sucedan, ellos y los demás gobernadores, los de ahora, los del año próximo y los sucesores de los sucesores, que aprendan lo que saben los chicos de cuatro años, de seis, de doce, los adolescentes de diecisiete, los rateados, los bochados, los analfabetos, los repetidores, los padres, los abuelos, los tutores o encargados, con o sin estudios completos:
Que no se le pega a un maestro.
No se le puede pegar a un maestro.
No debo pegarle a un maestro.
A los maestros no se les pega.
Sepan, conozcan, interpreten, subrayen, comprendan, resalten, razonen, interioricen, incorporen, adquieran, retengan este concepto, aunque les cueste porque siempre están distraídos, presten atención y métanselo en la cabeza: los maestros son sagrados.



Yo agregaria, cómo puede ser que haya bestias en plena democracia y pleno siglo 21 que no lo entienden.

jueves, 5 de abril de 2007

Relojes rotos.

03-04-2007

Mal presagio, la ruptura del vidrio de mi reloj, el tiempo finito e incontrolable, la verdad oscura de la muerte, que todo lo pasado fue sepultado en relojes con vidrios sanos, en relojes intactos junto al futuro que no fue o que no será.

Gaston Pigliapochi
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La Puerta Entreabierta

03-04-2007
La puerta abierta hacia un cuarto sin luz, sin presencia alguna, solo ese olor a humedad y naftalina que sale de el, que fantasma habitara en ese lugar, mi miedo me impide acercarme a husmear ni siquiera soy capaz de tocar el picaporte y cerrarla del todo, aunque no me gustan las puertas abiertas ni a medio abrir. Hay ruido a viento calido a viento seco a muerte a olvido y penas de otro tiempo, otro tiempo mío, quizás son la suma de mis temores al pasado al recuerdo al fracaso lejano pero tan presente.
Qué ocultaba la habitación, qué misterio había detrás de esa puerta de madera y vidrios y ambiente espeso, la luz de mi cuarto hacia mas oscuro el otro lo hacia mas intrigante y a su vez mas siniestro, ya no podía dormir pensando en lo que había detrás de ese umbral, pasaba las noches mirando fijamente a la nada, pasaban los segundos que se hacían días, de vez en cuando la puerta se movía producto, supuse, de alguna ventana abierta del otro lado del limite marcado entre la luz y la sombra.
Siempre era de noche allá, la ventana si estaba abierta tenía sus persianas o postigos o cortinas cerradas, lo que mas me perturbaba era que ni las cucarachas cruzaban al otro lado al otro mundo. Cuantas cosas habían pasado a la oscuridad qué serian de ellas, mi pelota de tenis, mis bollos de papel, nada volvía, nada pasaba, más que eso, nada. Con los años comprendí que el miedo era mío, que tal vez ese cuarto deshabitado no era mas que eso, junte valor durante varios días y una mañana totalmente desquiciado ya, me decidí a cruzar y, así fue como lo hice, llegue al interruptor de luz de luz (que sabia exactamente donde estaba) y la encendí, reconocí el cuarto de inmediato, era mi cuarto, mi cuarto de niño, mi pasado seguía ahí, sentía mas temor y mas dolor que antes, sentí todo el peso del tiempo en mi. Ahora sentado en la cama miro la puerta entre abierta, la oscuridad que entra me da mucho escalofrió, solo atino a gritar “Mamá, dejame la luz del living prendida, por favor…”, ya con la luz encendida, se me pasa el miedo, todo esta mas seguro y se que no voy a cruzar esos marcos con oscuridad del otro lado.

Gaston Pigliapochi
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